sábado, 6 de abril de 2019

#relato #terror


Bocadillo nocturno ©
Por: @lixysol

Inesperadamente, Armando, el joven portero de mi edificio, se declaró perdidamente enamorado de Mónica, la vecina del 2-C. Al principio se trataban como dos extraños; tal vez tratarían de disimular su idilio. Sin embargo, una mañana en que me topé con ambos en la puerta principal, parecía obvio que sus sentimientos habían aflorado del todo. Un beso largo y apasionado mantuvo atentos a los vecinos que a esa hora salíamos a trabajar. La señora del 2-B murmuraba mientras recogía su correspondencia: “Tan tranquilos que eran. Mírenlos ahora: destilando sudores frente a todo el mundo. Sólo falta que se coman el uno al otro en público”.

La noche siguiente, escuché ruidos lastimeros en el edificio, como si un animal estuviese agonizando. Con precaución, salí al pasillo. La puerta de Mónica estaba abierta. La señora del 2-B también se asomaba para ver qué sucedía, así como el doctor del 2-A. Todos entramos de golpe al departamento 2-C cuando escuchamos que los quejidos se convertían en gritos de terror. Mónica y Armando estaban sentados en el comedor. Ella se cortaba laminillas de piel del brazo izquierdo y las ponía sobre la lengua de Armando, quien las engullía como pescadillos. Él hacía la cabeza hacia atrás, sonriendo con un inexplicable semblante de placer. Ella gritaba al cortarse y después reía con una malicia casi sensual. Les dije. Sólo esto nos faltaba. Que se comieran el uno al otro en público, mascullaba indignada la señora del 2-B mientras volvía a su casa.

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