domingo, 26 de abril de 2020

#relato #brujas

La hija de la hoguera

Por: Liz Solórzano 
@lixysol

El salón de actos estaba desbordado. Todo el pueblo había acudido al último juicio de aquel verano intempestuoso. El comendador quería darse prisa para que no hubiese ninguna bruja en Mont Noir para las fiestas de la cosecha. El otoño, como él podía deducir, les otorgaba una fuerza indescriptible. 
El secretario alzó la voz sobre el barullo, anunciando el inicio del juicio. El comendador tomó la palabra ante las miradas curiosas de los asistentes. Extendió el pergamino de acusaciones y leyó fuerte y claro. 
"En este día cuatro del año 1700 del Señor, doy fe que Pauline Scott, miembro de esta comunidad desde hace dos generaciones, ha incurrido en artes oscuras que le confieren el cargo de hechicería en agravio de Clay Higgins, quien hasta hace unas semanas se desempeñaba como próspero ebanista de este nuestro querido pueblo. Todos conocemos a Clay, y el comportamiento impoluto que ha mostrado siempre, al igual que su padre, su abuelo y bisabuelo. Grandes artistas de la madera, sus prodigiosas manos han tallado todos y cada uno de los mártires que reposan en los nichos de la iglesia. Con todo esto, quiero dar a conocer que Clay es incapaz de realizar actos indecentes.
Pasada la medianoche de hace veinticinco días, horribles gritos femeninos despertaron a los vecinos de la calle Maple, y fue Aaron el panadero quien corrió en medio del desconocido peligro hasta mi casa, para rogarme intervención. Nos dirigimos de vuelta a Maple, en donde todos estaban en medio de la calle, temerosos de volver a sus hogares por ciertos vientos helados y ruidos de ultratumba que rodeaban sus lechos de descanso. 
Tras un tiempo, logré tranquilizar a los vecinos y volvieron a sus casas. Fue entonces que Aaron tuvo valor para contarme lo sucedido. Resulta que la acusada, Pauline Scott, viuda desde hace dos años y madre soltera de su hija Charlotte, había iniciado una relación impura con el hermano de Aaron, Daniel. Recordemos todos que Daniel Fritz está casado y es orgulloso padre de cuatro hermosos hijos. Pauline Scott, en su papel de cocinera y ayudante de la casa Fritz, tuvo oportunidad de envolver con artimañas y grimorios a Daniel, quien, tentado por el fuego del demonio, sucumbió a dichas artes hasta el punto de que Mirna, su mujer, descubriera el engaño, justo en la noche de relato que nos ocupa. Aaron me confió que desde su ventana vio tres sombras, presumiblemente de Daniel, Mirna y Pauline, forcejeando con violencia. Sin pensarlo, corrió a casa de su hermano pero, justo antes de entrar, unos lamentos siniestros le helaron la sangre y paralizaron. Temiendo una tragedia, dio media vuelta y fue a buscarme. 
Cuando la calle estaba en calma y Aaron terminó su confesión, llamé a la puerta de Daniel Fritz, quien me abrió enfundado en su bata de cama. Afirmó estar afectado por el acoso de Pauline Scott. Dijo que, para evitar más tentaciones diabólicas, había dado por terminado su colaboración en la cocina de la casa, hecho que a Pauline no le había caído bien. Esa noche se había marchado con maldiciones y conjuros murmurados, por lo que ahora Fritz teme por su vida y la de su familia. 
Pauline Scott fue inmediatamente arrestada y trasladada a la Casa Inquisitorial. Luego de días de interrogatorio improductivo, ya que ha negado todo, se le presenta ante el jurado de inquisidores. Como único familiar presente de su lado, está su hija Charlotte, de quince años, a cuidado provisional de Martha Lindon, cristiana, bibliotecaria de nuestra comunidad".

Foto: Pixabay

En un punto del juicio, John, el hijo de Daniel, declaró estar bajo el influjo de las artimañas sentimentales de Charlotte, quien con su belleza le había embrujado y no conseguía tener la mente clara. Acto seguido, se desplomó frente al inquisidor, quien tomó ese acto como prueba de brujería, y ordenó que Charlotte fuera detenida en plena sala. Sin embargo, con una actitud inesperada, Martha Lindon defendió a la joven, argumentado que, tras haberla tratado, la creía incapaz de ser parte de las artimañas de su madre, y se comprometió a cuidar y educar a la chica, poniendo en garantía su propio prestigio en la comunidad. El juez dudó largamente pero, con el afán de cerrar el caso, accedió a la petición de Martha y Charlotte fue liberada.
—Salvar a una, es salvar a todas —dijo en voz baja Pauline a su hija antes de que las separaran definitivamente—. Eres la hija de la hoguera. Nunca te avergüences de quién eres ni de lo que puedes lograr con tu mente y tu corazón. Sabes perfectamente que Daniel miente, que me enamoró y que le creí de manera ingenua. Pero, ¿sabes? Tampoco tiene uno la culpa por amar a pecho abierto y que el otro se aproveche de ello. Mucho tienes por aprender, hija mía. Vendrán tiempos de libertad que tus descendientes tendrán el placer de vivir y, en ellas, yo estaré presente. No tengas culpa por haber salvado tu vida hoy. 
Eso fue lo último que Charlotte escuchó de su madre. En efecto, aquella oscura época la marcó para siempre, pero, con ayuda de Martha y la instrucción académica que le brindó, logró ser aceptada en el colegio de abogados de la ciudad. Dedicó su vida a defender mujeres del cadalso. Cada vez que lograba librar al menos a una, recordaba el consejo de su madre: Salvar a una, es salvar a todas. Entonces sonreía.
FIN