jueves, 14 de mayo de 2020

#relato #misterio

El amuleto vudú
Liz Solórzano

 Era una noche lluviosa de verano. La humedad en el aire empañaba los anteojos del doctor Dubois. Aún sin saber realmente qué le había llevado hasta el barrio francés, tocó a la puerta del viejo edificio esquinado. Una mujer de unos treinta años, de finas facciones mulatas y vestido blanco le recibió sin miramientos. El doctor pasó a una habitación medio iluminada por unos cuantos cirios. Ella cerró la puerta a contraviento. Ofreció un pañuelo al visitante para que limpiara las gafas. Atizó después la chimenea, cuyas brasas chirriaron. El reflejo del fuego puso en relieve aquellos rasgos de piel oscura y jovial. 

Foto: Pixabay
—Estupenda su conferencia, doctor. Me ha gustado mucho, excepto por el hecho de que haya negado la existencia de la magia vudú.
La mujer se sentó con naturalidad en un sofá de cuero, justo frente a la chimenea. El doctor Dubois ocupó una silla.
—La vi en la última fila. No podía creer que Madame Hélène, a quien llaman la dueña de todos los secretos del vudú en Nueva Orleans, estuviera escuchando teorías científicas —dijo el doctor en tono escéptico—. Mire, aún no sé qué hago aquí. Simplemente supe que debía hablar con usted.
—¿Tan pronto me da la razón? —preguntó ella con serenidad, sin dejar de mirar el fuego—. No puede explicar el motivo de esta visita...pero se lo diré. Yo lo he llamado para darle esto —advirtió, y extendió al doctor un pequeño saco de tela gris—. Ande, tómelo. Es un amuleto de protección. 
El doctor tomó entre sus manos el saquito, aún con recelo. Intentó abrirlo.
—¡No! —ordenó Madame Hélène, levantándose con presteza—. Los amuletos nunca se indagan. Tendrá que confiar en mi.
—¿Por qué hace esto? —preguntó el hombre, un tanto desesperado.
—Usted será retado a duelo en breve. De no llevar este amuleto, morirá.
El doctor Dubois palideció. Intentó disimular su miedo, pero se llevó instintivamente el pañuelo al rostro para limpiar las perlas de sudor que le brotaban. 
—Mi labor es científica. No debo creer en conjuros ni brujerías. Usted se burla de mí, y no lo consiento. Aquí tiene su amuleto. Me voy.
Madame Hélène se quedó en silencio. Escuchó el portazo y los pasos apresurados del doctor atravesando la acera.
Dos días después, el doctor volvió a buscar a la médium. Le contó que, en efecto, un tipo le había retado a duelo durante una partida de póker, argumentando una trampa. El reto se llevaría a cabo esa misma tarde.
Madame Hélène escuchó al doctor con toda calma. 
—Lo lamento mucho —dijo al final—. El Marqués de Loira, su contrincante, ha venido a pedirme un amuleto de protección y le he dado el que usted despreció. De todas formas, le deseo la mejor de las suertes. Buenas tardes. 
 FIN

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