miércoles, 10 de junio de 2020

#MismoInicioDiferenteFinal

Vidas robadas
(Inicio base del reto de @MaruBV13 y @AliciaAdam16)


Jean caminaba a paso rápido sin destino. Las nuevas cerraduras le hacían casi imposible su trabajo. Y es que Jean era un ladrón de casas? Pensaba en su opciones cuando de pronto la vio...Una puerta con las llaves puestas. Se detuvo y se giró buscando al dueño, pero no había ningún alma en la calle. Giró la llave y entró a una vivienda que parecía vacía.

I. Un precio para el alma 
Por: @lixysol

El recibidor lucía desvencijado, aunque luminoso. El parquet crujió bajo los pasos de Jean. Una sensación extraña lo invadió. La envolvente soledad de un sitio ajeno lo puso mal. A punto estuvo de salir corriendo antes de que algún vecino se percatara de su presencia y llamara a la policía, pero el olfato sabueso que había pulido con los años le indicó que allí había algo grande.
El sol caía lentamente y, con él, los raudales de luz. La casa se quedó en penumbra. Jean encendió la pequeña lamparilla que llevaba en el bolsillo y la enfocó hacia todos lados. De pronto, supo que debía ir al sótano.
La puerta de madera rechinó largamente. La cerrada oscuridad del interior fue sableada por las líneas ambarinas de la lámpara. Jean bajó despacio los diez escalones, y se encontró con un bello retablo de oro, adornado con extrañas figuras religiosas que jamás había visto. En el centro, un baúl de madera preciosa se ofrecía como el premio mayor.
Jean no perdió tiempo e intentó abrir aquel tesoro. Luego de varios raspones con la ganzúa, el broche cedió. Los ojos del ladrón brillaron como estrellas. En el interior, decenas de doblones de oro le hicieron soñar en unos segundos con la vida que siempre había querido. Dejaría de robar casas, de arriesgarse en medio de la noche, de huir. Sin embargo, una voz grave le sacó de aquella ilusión. 

Foto: Pixabay

—Te daré todo si haces algo por mí—dijo el hombre cuyo rostro no se apreciaba.
—Lo que quieras — afirmó Jean sin siquiera parpadear.
—Dame tres almas y ese tesoro será tuyo. 

Jean tragó saliva. Volvió la cabeza para ver a su interlocutor. La figura portaba una capa larga y sombrero de ala ancha.

—Soy de pocas palabras. Dime si aceptas o no —advirtió el siniestro.

Jean aceptó el trato. Como muestra de su posible fortuna, el hombre le regaló tres doblones, los mismos que vendió por una buena cantidad. Al día siguiente pagó todas su deudas, compró un auto y salió de fiesta. Se sentía invencible. Y pensaba en los demás doblones...
Entró a un bar y se embriagó. Dos tipos intentaron atracarlo a la salida, pero Jean, con una fuerza indescriptible, les arrancó la vida a golpes. Volvió a casa y durmió el día entero. Cuando despertó, fue sin más a la casona. El hombre siniestro le esperaba en el recibidor. 

—Me falta una —dijo con rispidez.
—No sé cómo, pero lo haré. Ese oro será mío. Hoy saldré de nuevo y...
—¡Silencio! —exclamó el hombre—. Dije "me falta una". Es decir, la tercera alma la decido yo. Y quiero la tuya. 

Una explosión silenciosa de luz y azufre llenó la casa. El hombre siniestro se puso el sombrero y salió sin prisa del domicilio. Como toque final, dejó las llaves puestas.
FIN.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Blog para nuevos escritores y amantes de la literatura universal. Bienvenidos :)